Chicuarotes. Gael García Bernal (2019)
La representación de la violencia en
México y la lucha de clases parece reiterativa. Y no lo culpo, es como culpar a
Hollywood por realizar películas de superhéroes sin medida. La fórmula del
éxito, pero sobre todo de la trascendencia, reside en la capacidad de contar
una nueva historia desde una nueva perspectiva. Es algo bien establecido que
impulsa al equipo creativo a la innovación. Sin embargo, tal vez este no sea el
caso.
El segundo largometraje de Gael García
Bernal ‘Chicuarotes’ (2019) estrenado en el pasado festival internacional de
cine de Shangai y Cannes, así como una de las recientes adquisiciones de
Netflix, sortea un pasaje en la vida de un adolescente en San Gregorio
Atlapulco, Xochimilco: ‘El Cagalera’ (Benny Emmanuel) junto a su fiel
acompañante ‘El Moloteco’ (Gabriel Carbajal), personajes que reciben el
gentilicio como ‘Chicuarotes’. Desde la primera escena somos testigos de la
premisa de la película: la pobreza los obliga a realizar trabajos precarios y,
en su defecto, al crimen, siendo estas dos opciones las que trazan el futuro ominoso
del protagonista.
Pasando a través de diversos estilos
cinematográficos que serpentean el drama, la comedia o incluso rozando el
coming-of-age se entreven con diversas historias como la relación amorosa del
protagonista, el devenir sexual de su hermano o diversos acontecimientos
fúnebres que en algunos casos establecen la apoteosis o la decadencia de los
personajes. Es así como Gael García denota su capacidad como director con un
guion de Augusto Mendoza (Abel, 2010) sustentado casi en su totalidad en el
portento de los actores, uno de los pequeños aciertos de la película, que se
observa en la eterna y contrastante dupla de la comedia originada tal vez en el
Don Quijote con Sancho Panza y, otra menos agraciada, como Pedro y el Jaibo de
‘Los Olvidados’ (1950), esta última que remite en ‘Chicuarotes’ con destellos
de humor e ironía que arrastran hacia el dramático final.
Sin embargo, uno se hace varias
preguntas conforme la trama avanza. Surgen cuestionamientos que embargan la
realidad y tergiversan la premisa donde se pierde la noción del origen de la
maldad a raíz de la pobreza o la indulgencia. La bola de nieve que se intenta
construir con una serie de eventos que no guardan relación bien podrían
eliminarse y la historia del protagonista continuaría, así como monólogos
shakesperianos irrelevantes. Se asemeja en algunas cuestiones con la tórpida
banda sonora que solo revela sus carencias.
‘Chicuarotes’ resulta notables por destellos. El sólido reparto es reflejado en diversos encuadres y close-ups ante las preocupaciones que los sucumben o en trazas de neón para enaltecer la inocencia que se va perdiendo. La escena inicial será difícil de igualar por ser un fiel retrato de la idiosincrasia mexicana. Sin embargo, conforme avanza el metraje la fórmula de la innovación se desdibuja en un discurso convencional y melodramático.



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