Hell or High Water. David Mackenzie (2016)
En los 10 primeros minutos de ‘Hell
or High Water’ (2016) se observa el atraco a dos bancos locales en el sur de
Estados Unidos a mano armada por los hermanos Howard (Chris Pine y Ben Foster)
y mientras huyen en un desparpajo de auto al compás de Nick Cave, se puede
apreciar los grandes rasgos de personalidad de cada uno: mientras Toby Howard
(Pine) es tímido y calculador, su hermano mayor Tanner (Foster), detrás de la
armadura de exconvicto sanguinario, haría lo que fuera por proteger a su
hermano menor. Y son estas peculiaridades las que sostienen el drama-western en
un vigoroso guion que bien le hubiera valido alguna que otra premiación a Ben
Foster (ver la escena que se desarrolla en un típico restaurante en donde se
sostiene un dialogo para el próximo crimen aludiendo a ‘Pulp Fiction’ (1994) o ‘Reservoired
Dogs’ (1992)).
Una vez que las autoridades se
percatan de los hechos y las similitudes, dos Texas Rangers (Jeff Bridges y
Gill Birmingham) se dan a la tarea de pisarles los talones. Hamilton (Bridges),
a punto del retiro, hace un espacio para una cacería más en medio de su marcada
xenofobia que solo imita su soledad y esconde el aprecio o respeto por su pareja.
La primera idea que personalmente
se rescata es la primicia que comparten ambas parejas. Mientras la juventud se
regocija en preocupaciones ‘superficiales’ aunado a deudas y problemas
maritales, la vejez de los alguaciles sucumbe en la genealogía de la religión,
de dios y la muerte, temas que sagazmente se entrelazan entre ambas parejas
como un rebaño de ovejas que se cruzan en ambos caminos. Esta comparación que
va más allá de la inexperiencia y la madurez revela la cruel realidad que se
declara al final del largometraje, una verdad que no permite a unos la venganza
y a otros la felicidad.
Durante el meticuloso plan de los
robos y la acechanza, se entreven dos hechos importantes: lo fraudulento de las
compañías de préstamos y la precariedad de la sociedad americana. Letreros
inundan nuestras pantallas con ofertas alucinantes en donde los acreedores ven una
salida fácil pero imperecedera, los cuales se observan una y otra vez hasta el
hartazgo de distintas generaciones endeudadas. Y en el otro extremo, la película
muestra una revisión nacionalista que enmarca la violencia intrafamiliar y la
creciente violencia social que encumbra la pobreza que no se cierra a estatutos
morales y solo perdurara de manera omnipresente.
Se ha hecho mención al cine de
Tarantino en este texto en donde se rescata la utilidad de los diálogos para
emprender una escena memorable, sin embargo, esta película dista del cine del director
previamente mencionado logrando escenas frívolas de acción con el fin de
provocar desaliento y melancolía que, gracias a la sobriedad del director David
Mackenzie y el sólido guion de Taylor Sheridan, le valió la nominación a mejor película
en 2016 previo estreno en el festival de Cannes hechos que solo justifican la
grandiosidad del largometraje; de la misma manera la introspección de los
personajes se aleja de los típicos westerns y se acercan a la profundidad de películas
como ‘No Country for Old Men’ (2007) (véase la escena en un casino, o el dialogo
entre los dos policías y una camarera).


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