Birds of Prey: And the Fantabulous Emancipation of One Harley Quinn. Cathy Yan (2020)
En la era de los extremos, el feminismo ha adquirido tal relevancia que
se ha convertido en un hecho más de la cultura popular moderna. Sin el afán de
subestimar la lucha por darle a la mujer el papel que merece, otros han notado
su potencial capitalización y lo han convertido en parte del mercado. No se
puede culpar algunos trabajos bien logrados como Little
Women (2019) qué, entre la trama de época y el cine de autor, Greta
Gerwig logra transmitir el mensaje de liberación femenina. Me encantaría decir
lo mismo de Birds
of Prey, sin embargo, no es el caso.
Tras la ruptura de Harley Quinn con el Guasón en los hechos
acontecidos tras Suicide
Squad (2016) y con una catarsis bajo los efectos
del alcohol y el desenfreno (cliché) esta antiheroína busca la ¿libertad? a
través de lo que encuentre a su paso. Se puede reconocer la incertidumbre en
tal búsqueda dada la irracionalidad intrínseca del personaje, pero ese no es el
meollo del asunto. Se ha ganado el odio de toda Ciudad Gótica a partir de una
serie de irreverencias. Ese tampoco es el inconveniente. El problema radica
tras una serie de desatinos en la edición y el guion que no fundamentan el hilo
conector del trío de protagonistas. Pero, sigamos con la historia.
Uno de los detractores de ‘la princesa del crimen’ es el villano
Roman Sionis o ‘Black Mask’ (el suicidio actoral de Ewan McGregor, casi tan
estrepitoso como el Guasón de este universo) y la única salvación de caer en
las manos desolladoras de este villano, y su secuaz Victor Zsasz, es recuperar
un diamante, con el que se conectan el resto de protagonistas: Huntress (Mary
Elizabeth Winstead que el propio sosiego de su personaje irrumpe la infame
conclusión con diálogos que permiten entrever la irracional unión al grupo),
Black Canary (Jurnee Smollett-Bell qué, a pesar de lograr marcar una oportuna
incursión al son de ‘It’s a Man’s Man’s Man’s World’ y magnificar su esencia al
final de la película, nunca se sabe en realidad como llegó a ser como su madre
mediante un mensaje gratuito para su trastabillado origen) y una agente de
policía frustrada que merodea una pésima actuación (Rosie Perez). Aunado al
evidente uso innecesario de efectos especiales y una gama de colores
chillantes, la fotografía resulta como una simple maquinaria. Tal vez la banda
sonora lidereadas por mujeres resulta cuasi efectivo, así como la entretenida
coreografía de las peleas gore (al estilo Deadpool) resultan notables e irreverentes encumbradas por su simpática
protagonista.
El universo cinematográfico de DC sabe que se tiene que
arriesgar como lo hizo con Joker (2019) o tiene que vender utilizando el tema a seguir en la problemática
global aunado al personaje que de manera inesperada resultó atractivo para las
masas. La redención de Harleen Quinzel se ha convertido en su propio yugo y
sobre el que se enterrarán o emergerán las siguientes entregas de DC.
Mientras tanto les dejo este detalle al estilo Botticelli (aunque
resulta mejor logrado lo realizado por Terry Gilliam).



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