The mule. Clint Eastwood (2018)
En un tratado de medicina geriátrica
(Abizanda P, 2015) se me hizo muy interesante el apartado de ‘sexualidad en el
anciano’. Conforma casi un tabú o algo inverosímil concebir esta idea más allá
de los 65 años, en promedio. El fervor de la sexualidad se asocia casi de
manera inherente a la jovialidad o la adultez. Sin embargo, el término comprende
algo aún más profundo rebasando la edad mencionada. Rodeado de intimidad, emociones
y estímulos, la sexualidad pasa como una categoría a mejorar en la calidad de
vida. Si bien es cierto que el adulto mayor se enfrenta a problemas como
disfunción eréctil, reducción de la libido, fatigabilidad o, incluso, viudez,
el contribuir en la autoestima, la autopercepción, la relación con la pareja y
evaluar el impacto de este ámbito podría mejorar considerablemente la esfera
personal del adulto mayor. En una escena en The
mule (2018) podemos ver al personaje de Clint Eastwood disfrutando de la
convivencia de dos hermosas mujeres en una habitación de un motel. Corte y a la
mañana siguiente el par de chicas salen de la habitación. La escena, con claras
tendencias eróticas, encierra un mundo de posibilidades alrededor de la intimidad
sin la necesidad evidente del coito. Escena aparte, el mismo personaje comparte
la cama con su expareja, en un reencuentro final evocando a la misma intimidad
con tintes de amor y la sensación de ser. Estos dos ejemplos como parte de la
complejidad de la introducción anterior.
En el más reciente largometraje
del ancestral director Clint Eastwood, The
mule (2018), al lado del guionista Nick Schenk (basado en una historia real),
cuenta el declive de Earl Stone (Clint Eastwood) como horticultor y patriarca
de la familia tras caer en bancarrota por la imperante globalización. Preocupado
por la situación económica, pero sobre todo por la familiar (aunque sin perder
los estribos propios de un adulto de 80 y tantos años), aceptará un trabajo relativamente
fácil: conducir por las carreteras que el ya ha conocido en sus años como horticultor,
sin saber que la carga que lleva es cocaína y ahora es una ‘mula’ para un cartel
mexicano, seguido de cerca por la DEA (Bradley Cooper y Michael Peña).
Se torna difícil lidiar con tanto
cliché mencionado: el atisbo de las relaciones familiares solucionadas con
tanta facilidad, el estereotipo mexicano y el estereotipo del americano racista
contra el estereotipo mexicano nuevamente, así como la torpeza y habilidad de
la figura policiaca; pero resulta sobre todo ensombrecedor la condescendencia
con la que se maneja al adulto mayor, incluso menosprecio o torpeza que se
trata de solucionar con simpatía y ternura.
Tal vez podría ser rescatable la
crítica subversiva de lo antes mencionado ante el racismo perenne en la sociedad
norteamericana, rescatando una escena en la que es detenido un típico mexicano
por la DEA temiendo lo peor, siendo capaz de transmitir la misma sensación que
el acorralado ciudadano. Además, la maestría de Eastwood es evidente, como
director y en su despedida como actor.
La verdadera esencia de la vejez también
la puedan encontrar en películas como Lucky
(2017), pero deben aprovechar la vitalidad de Clint Eastwood esta vez (y hasta
a Robert Redford en su última actuación en The
old man & the gun, 2018).




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