Shoplifters (Manbiki kazoku). Hirokazu Koreeda (2018)
Innegablemente,
los niños son considerados un grupo especial. Vulnerable a maltrato,
violencia y abuso que, incluso, puede discurrir normal para ellos como parte
del trato familiar del día a día y traer consigo consecuencias a corto y largo
plazo en su desarrollo. Los castigos corporales siguen siendo una realidad que,
afortunadamente, cada vez más se integra una visión punitiva al mismo, sin
embargo, el umbral sigue siendo turbio. El daño emocional puede llegar a ser más
impactante que incluso la aparición de un gran hematoma o la consolidación de
una fractura (Kliegman, 2016). Los médicos deben ser perspicaces en esta búsqueda
de signos que no concuerden con el estado del paciente, que hasta podría ser
parte de un síndrome de Munchausen por poder. Es el caso de Yuri, una pequeña
niña que es recogida por una singular familia en Manbiki Kazoku (Un asunto de familia).
En Tokio, Osamu
es el patriarca de una familia en situación de extrema pobreza que tiene que
hacer pequeños trabajos y principalmente robar para subsistir, junto a Nobuyo (esposa y
empleada en una lavanderìa), Aki (una adolescente que trabaja de manera exótica),
Shota (su joven aprendiz) y la anciana Hatsue (quien recibe cierta pensión para
el sustento del hogar). Alrededor del hurto y el robo se crea un lazo de humildad
y fraternidad que comparten con la recién llegada Yuri, víctima de violencia
familiar y, aún así, buscada por sus padres y la policía local.
Con gran maestría,
Hirokazu Koreeda logra reflejar la armonía familiar de una manera tan sublime
en la primera mitad del largometraje para después convertir el resto de la película
en un intenso drama que cuestiona lo artificial y lo natural de las relaciones familiares
(no dejen de ver el penetrante interrogatorio contra Nobuyo -Sakura Ando- con un
excelso discurso en un encuadre casi bergmaniano). Sobra mencionar la
integridad de cada personaje que no permite dejar caer en la condescendencia a
pesar de la situación, como Aki (magnìfica Mayu Matsuoka) en aquellas escenas
que buscan reconfortar tras sus movimientos corporales. Que más les puedo decir
si le valió la Palma de Oro (después de esa impactante escena final abierta, no
habría cabida para alguna otra declaración ni eminencia).




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