Lazzaro felice (Happy as Lazzaro). Alice Rohrwacher (2018)
Es difícil hallar el significado
de la felicidad. Con una potente introspección y catarsis tal vez pueda llamarse
así al fruto de nuestras motivaciones y deseos del pasado. Un pasado al que nos
remontamos décadas atrás, sin la rigurosidad de una introspección hipnótica pero
tan tangible como un recuerdo, y podemos ser conscientes de la persona en que nos
hemos convertido. Con alguna sonrisa o no (y no quiere decir que
seamos felices, aclaro).
Años 70. En una villa italiana,
llamada Inviolata, habita un marginal grupo de campesinos bajo la orden de la
marquesa Alfonsina de Luna; limitados en libertad, recursos y educación, sin
saberse ‘esclavizados’ de manera moderna, viven el día al día de manera austera
y complaciente. Ahí es donde habita Lazzaro (Adriano Tardiolo), un adolescente
introvertido, simpático, sumiso y bondadoso (quien a su vez también es humillado
por sus congéneres), tendrá una fugaz pero sustanciosa amistad con el hijo de
la marquesa, Tancredi (Luca Chikovani/Tommaso Ragno). Hasta aquí todo parecería
una comedia ambientada en una antigua Italia. De pronto, atraído por un potente
viento, son evidenciadas todas las injusticias de la marquesa que se trasponen
al brinco temporal que transporta al bonachón Lazzaro a la modernidad para
hallarse con su antigua familia y amigos quienes lo hacen parecer un ‘santo’. Aquí
ocurre lo interesante y se comienza a asumir otro sentido con un tono de tragedia
y crítica social.
La felicidad de Lazzaro no parece
desvanecerse jamás, y es ese esbozo de sonrisa lo que debería perdura décadas.
Con la evidente inspiración religiosa, toma estas parábolas o mitos como recurso
narrativo y crear un guion formidable (religioso en cuanto a referencias católicas,
pero también animista por la eterna semblanza del lobo acompañante del viajero
temporal). El seco y asolador paisaje de la primera mitad de la película
contrasta con los grises citadinos del presente, cada uno preservando una
sociedad marginal esclavizada, cual extranjero en la Antigua Grecia como en la
referencia a Edipo Re (1967) de
Pasolini (esa misma áspera región con la larga caminata del protagonista, incluso
el marcado salto temporal), que forma parte de la misma inspiración hacia la
creación de crónica de una muerte
anunciada (incluso el protagonista Santiago Nasar presta su inocencia a Lazzaro)
y su adaptación cinematográfica por Francesco Rosi (1987). La clara referencia
del portavoz colombiano del realismo mágico, Gabriel García Márquez, no es en vano
y es preciso mencionar también la noche
boca arriba de Julio Cortázar, para comprender la estética y la audaz historia
(en forma también de homenaje italiano) que nos cuenta Alice Rohrwacher en la
eterna búsqueda de la felicidad.




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