Blackkklansman. Spike Lee (2018)
El principal componente que
determina el color de la piel es el pigmento melanina. Según su variación y distribución
se conforman tres principales colores para la piel: negro, marrón y blanco. (Además
de la melanina (marrón), otros tres pigmentos son importantes: hemoglobina
reducida (azul), oxihemoglobina (rojo) y carotenoides (amarillo)). El color de
la piel esta determinado genéticamente y
puede incrementarse deliberadamente por la exposición a radiación ultravioleta
u hormonas hipofisiarias. Una combinación de estos factores que alteran la composición
de melanina determina los fototipos cutáneos (véase imagen en la parte
posterior), el cual no guarda mucha relación con el origen étnico y sobre todo
conforma un riesgo para cáncer de piel (Wolff K, 2014). De forma resumida, lo
que se menciono en cuanto al color de piel es lo importante en medicina. Las atribuciones
de superioridad cultural o incluso intelectual que provienen de diferencias
dermatológicas ya es tema aparte.
El torno al cine de explotación y
su reinvención que se recuerda de una manera perfecta en una escena, Spike Lee
(Do the Right Thing 1989, Malcolm X 1992,
el ominoso remake Old Boy 2013), trae en esta ocasión una trama basada
en una historia real del libro de Ron Stallworth que sostiene a un policía
afroamericano (John David Washington), de hecho el primero en Colorado Springs alrededor
de los setenta, quien busca realizar alguna hazaña que vaya más allá del papeleo,
logrando colarse en las filas, de manera encubierta, de la organización del Ku Kux
Klan; mientras el entabla conversaciones telefónicas con los regentes, su compañero
Flip (Adam Driver) negará su resentido origen para formar parte de la
asociación; en medio de una lucha por los derechos civiles con grupos
extremistas.
Las diversas representaciones de
racismo son evidentes pero necesarias, desde el autoritarismo policíaco en
contra de una líder estudiantil (Laura Harrier) que no me hizo dejar de pensar
en el mismo intento realizado por la ensoberbecida Crash del 2005 y la magnífica Get
Out de 2017; hasta cada una de las conversaciones personales y telefónicas con
los militantes del grupo extremista, en especial con el ‘Gran Mago’ David Duke
(Thoper Grace) y la proyección de The Birth
of a Nation (Griffith D, 1915) y que,
desde la primera escena con Alec Baldwin, la supremacía racial se presenta. Incluso,
juega para hacernos creer que su ideal es la verdad absoluta, pero la sátira,
como sello de Spike Lee, deja caer el telón de esta idea obsoleta. Es la misma sátira
y humor negro lo que hace menos denso y dramático el filme pero que al final se
torna en un repunte de crítica social encarnizada y actual; mismo final que
comparte la potencia con una escena donde un viejo líder afroamericano recuerda lo vil del
racismo omnipresente que, si bien se aleja en la provocación, comparte emotividad.
Ocurre una situación especial con
el guion, ya que desde que el agente se pone en cubierto sabremos prácticamente
cual será el desenlace en cualquier situación para ambos oficiales. El soberbio
manejo de este, logra equilibrar los posibles clichés, en primer lugar, con el
personaje de Ron y la encarecida lucha personal para tratar de manejar sus
emociones en un mundo brutal; así como la participación del personaje de Adam
Driver que sobresale en la quietud que encierra un duelo sobre la reemergencia
de sus orígenes desinteresados y su identidad.
Los bellos paisajes que ofrece con
la banda sonora compuesta por Terrence Blanchard (no dejen de escuchar Blut Und Boden ni Ron Meets FBI Agent alrededor de cada escena que, aunque parecieran
sonidos monótonos, los arreglos de jazz con la guitarra eléctrica son sobresalientes) crean la
atmósfera ideal para la historia creada por el ganador al premio del jurado en Cannes, que cierne su carrera en uno de los mejores trabajos del año, y se ajusta
perfectamente a la situación sociopolítica americana y mundial. Dos historias,
un solo hecho. Odio. Una lucha de poderes entre la gran variación de melatonina.




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