Luz de invierno, Ingmar Bergman (1963)
En algún momento
de la vida todos nos sentimos vacíos. Es innegable y esencial. La frustración
marcará la pauta hacia el éxito o el fracaso, la felicidad o el vacío. En el
campo laboral, familiar o espiritual los pequeños objetivos implícitos
definirán el día a día de nuestra existencia; cumplirlos ó no se vuelve
decisivo y agobiante.
Se acerca la
última mitad de la retrospectiva de Ingmar Bergman, hecho que reúne 10 de los
mejores filmes de este histórico director y solo pienso decir que ‘Luz de
Invierno’ es imperdible. Un helado paisaje inunda la iglesia en donde se
profesa la eucarística y se muestra (con una sensibilidad fotográfica alucinante)
cada uno de los habitantes y feligreses de la pequeña comunidad dominada por el
sacerdote, donde todo nos remite al arrepentimiento y la deuda espiritual:
aquella que nace de lo más profundo de nuestro ser y nos inquieta
constantemente a conocer nuestro destino, como si el solo hecho de estar de pie
no fuera suficiente para llenar nuestro ego anímico.
La profundidad
del mensaje continúa con la depresión que soporta un pescador de nombre Jonas
Persson (inmortal Max Von Sydow) quien, en un intento mudo de auxilio, busca la
ayuda del sacerdote que, a pesar de la inmaculada profesión, no parece inmune a
las inclemencias de la vida que lo agobian, perdiendo también el camino y con
ello la capacidad de otorgarle un adecuado consejo a un desesperado oyente. Siguiendo
la fórmula que hace inmortal a Bergman, los diálogos y monólogos que retratan
las relaciones humanas nutren un filme encaminado a la angustia espiritual; sin
banda sonora que lo complementa, solo queda el repique de las campanas y un
estruendoso órgano como potentes instrumentos musicales.
¿Qué será capaz
de convertir a un hombre bondadoso en cruel? ¿Un mal día, el estado de ánimo,
el estado de salud? Si se considera la hipótesis habría cabida para la idea que
somos una bomba de tiempo repleta de odio, donde las ilusiones y sueños nublan
la realidad. Una vida sin sentido, el abandono, la incomprensión y el silencio
de Dios debe ser lo más parecido al verdadero sufrimiento (recita el
largometraje) con solo una esperanza al final en forma de luz de invierno.



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